Desde Colombia.
Muy recientes aún las últimas imágenes de la cariñosa despedida de los niños y familias de la catequesis y, sabiendo que ya pronto va a comenzar un nuevo curso de formación catequética, os envío un saludo desde Colombia.
Confieso que el impacto es grande al principio: siete horas de desfase horario, un mundo multicolor, una naturaleza exuberante, un habla peculiar y una gente encantadora. Llegada: Medellín, y destino final Rionegro, a 2.125 metros sobre el nivel del mar.
El clima es agradable, el paisaje verde y montañoso con flores desconocidas muchas de ellas y frutas al alcance de la mano en nuestra huerta y jardín: plátanos, aguacates, naranjas, mandarinas, limones, chirimoyas, frambuesas y otras frutas también desconocidas, etc.
La actividad principal de las que viven en esta casa se circunscribe al área pastoral: catequesis (que suele tener lugar los domingos después de la misa familiar a la que asisten sus padres y hermanos), visitas a los enfermos y ancianos que ya no pueden desplazarse, para darles la comunión. Son muchos y en ocasiones viven muy alejados, pero se organizan para ir en coche con algún sacerdote y gente voluntaria que se ofrece. Cada día pasan de treinta.
También diariamente está presente alguna de las monjas (son solo tres), en la distribución de comida caliente que otorga el ayuntamiento a determinadas familias especialmente desfavorecidas. Aunque todo funciona siguiendo un listado y con personal adecuado, la presencia de alguna de nosotras aporta un añadido de empatía y cercanía que agradecen infinitamente. Una cosa es el menú, (plato único al día, bien equilibrado y nutritivo), y otra, esa seguridad de sentirse respetado y querido o querida por la religiosa que se interesa por su salud, su familia, sus penas y aspiraciones.
No me extiendo más. La próxima semana ya estaré en Barranquilla, donde quedaré más tiempo.
Os envío un gran abrazo a cada una y uno de vosotros y espero que me iréis haciendo partícipes de vuestra vida y alegrías.
Os quiere mucho.
María